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Que Es Una Enfermedad Mental?

Que Es Una Enfermedad Mental
¿Qué son las enfermedades mentales? – Las enfermedades o trastornos mentales son afecciones que impactan su pensamiento, sentimientos, estado de ánimo y comportamiento. Pueden ser ocasionales o duraderas (crónicas). Pueden afectar su capacidad de relacionarse con los demás y funcionar cada día.

¿Qué es la enfermedad mental?

Trastornos mentales Datos y cifras

Una de cada ocho personas en el mundo padece un trastorno mental Los trastornos mentales comportan alteraciones considerables del pensamiento, la regulación de las emociones o el comportamiento Hay muchos tipos diferentes de trastornos mentales Existen opciones eficaces de prevención y tratamiento La mayoría de las personas carecen de acceso a una atención eficaz

Un trastorno mental se caracteriza por una alteración clínicamente significativa de la cognición, la regulación de las emociones o el comportamiento de un individuo. Por lo general, va asociado a angustia o a discapacidad funcional en otras áreas importantes.

Hay muchos tipos diferentes de trastornos mentales. También se denominan problemas de salud mental, aunque este último término es más amplio y abarca los trastornos mentales, las discapacidades psicosociales y (otros) estados mentales asociados a una angustia considerable, discapacidad funcional o riesgo de conducta autolesiva.

Esta nota descriptiva se centra en los trastornos mentales según se describen en la Undécima revisión de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11). En 2019, una de cada ocho personas en el mundo (lo que equivale a 970 millones de personas) padecían un trastorno mental.

Los más comunes son la ansiedad y los trastornos depresivos (1), que en 2020 aumentaron considerablemente debido a la pandemia de COVID-19; las estimaciones iniciales muestran un aumento del 26% y el 28% de la ansiedad y los trastornos depresivos graves en solo un año (2). Aunque existen opciones eficaces de prevención y tratamiento, la mayoría de las personas que padecen trastornos mentales no tienen acceso a una atención efectiva.

Además, muchos sufren estigma, discriminación y violaciones de los derechos humanos.

¿Cuál es la diferencia entre una enfermedad y un trastorno?

TRASTORNO – El concepto de trastorno sirve para describir unas alteraciones en la persona que provocan un estado de anormalidad en la salud del mismo. Mientras que, una enfermedad señala la relación de causalidad que se asocia a ese problema de salud. El ámbito más adecuado y frecuente en el que se emplea este término es en el la salud mental.

¿Cómo actúa una persona con una enfermedad mental?

Síntomas – Los signos y síntomas de la enfermedad mental pueden variar según el trastorno, las circunstancias y otros factores. Los síntomas de la enfermedad mental pueden afectar las emociones, los pensamientos y las conductas. Algunos ejemplos de los signos y síntomas son los siguientes:

Sentimientos de tristeza o desánimo Pensamientos confusos o capacidad reducida de concentración Preocupaciones o miedos excesivos o sentimientos intensos de culpa Altibajos y cambios radicales de humor Alejamiento de las amistades y de las actividades Cansancio importante, baja energía y problemas de sueño Desconexión de la realidad (delirio), paranoia o alucinaciones Incapacidad para afrontar los problemas o el estrés de la vida diaria Problemas para comprender y relacionar las situaciones y las personas Problemas con el uso de alcohol o drogas Cambios importantes en los hábitos alimentarios Cambios en el deseo sexual Exceso de enojo, hostilidad o violencia Pensamiento suicida

A veces, los síntomas de un trastorno de salud mental aparecen como problemas físicos, como dolor de estómago, dolor de espalda, dolores de cabeza u otros dolores y molestias inexplicables.

¿Qué produce la enfermedad mental?

¿Qué causa los trastornos mentales? – No hay una sola causa de la enfermedad mental. Varios factores pueden contribuir al riesgo de sufrirla, por ejemplo:

Sus genes y su historia familiar Su experiencia de vida, como el estrés o si ha sufrido de abuso, en especial durante la infancia Factores biológicos como desequilibrios químicos en el cerebro Una lesión cerebral traumática La exposición de una madre a algún virus o productos químicos durante el embarazo Consumo de alcohol o drogas Tener una enfermedad seria como el cáncer Tener pocos amigos y sentirse solo o aislado

Los trastornos mentales no son causados por falta de carácter. No tienen nada que ver con ser flojo o débil.

¿Qué diferencia hay entre una enfermedad mental y un trastorno mental?

¿Qué diferencia un trastorno psiquiátrico de uno psicológico? Que Es Una Enfermedad Mental La principal diferencia entre un trastorno psicológico y uno psiquiátrico, radica en que en psicología se habla de trastornos mentales, mientras en psiquiatría se habla de enfermedades mentales. Los trastornos mentales son un conjunto de síntomas distintivos que provocan un malestar o riesgo clínicamente significativos para la salud de una persona, y las enfermedades mentales son procesos patológicos en los que hay una causa orgánica.

  1. Los trastornos no son enfermedades, ya que las enfermedades son entidades naturales, mientras los trastornos son entidades interactivas, sujetas a modificación mediante experiencia o conocimientos.
  2. En pocas palabras, el trastorno no es algo fijo como una enfermedad, sino que es susceptible a cambios.

Los problemas de salud mental abarcan una amplia gama de trastornos psicológicos y se manifiestan a través de síntomas diversos, sin embargo, todos ellos tienen puntos en común que permiten determinar la existencia de una dificultad. La mayoría de los trastornos mentales siguen un curso crónico, que puede agravarse con el paso del tiempo si no se busca ayuda, y terminar generando cambios en la bioquímica cerebral que consolida los patrones de pensamiento, emociones y comportamiento, llegando a desencadenar en enfermedades mentales diagnosticables.

¿Cómo se pueden tratar los trastornos mentales?

Se han logrado extraordinarios avances en el tratamiento de las enfermedades mentales. Como resultado, hoy en día es posible tratar muchos trastornos psiquiátricos casi con tanto éxito como el alcanzado en el tratamiento de los trastornos físicos. La mayoría de los métodos de tratamiento de las enfermedades psiquiátricas pueden clasificarse Los tratamientos somáticos incluyen fármacos, terapia electroconvulsiva y otros tratamientos que estimulan el cerebro (como la estimulación magnética transcraneal y la estimulación del nervio vago).

Los tratamientos psicoterapéuticos incluyen la psicoterapia (individual, grupal, o familiar y conyugal), técnicas de terapia conductual (por ejemplo, las técnicas de relajación o la terapia de exposición), y la hipnoterapia. En el caso de los principales trastornos de la salud mental, la mayoría de los estudios sugieren que un enfoque terapéutico que contemple la utilización conjunta de fármacos y psicoterapia resultará más eficaz que cualquiera de los métodos de tratamiento empleados por separado.

Los psiquiatras no son los únicos profesionales de la salud capacitados para tratar la enfermedad mental. También hay psicólogos clínicos, profesionales de enfermería psiquiátrica y trabajadores sociales. Sin embargo, los psiquiatras (y en algunos países los profesionales de enfermería psiquiátrica) son los únicos autorizados para la prescripción de fármacos. Existe gran número de fármacos psicoactivos de elevada eficacia y uso extendido entre los psiquiatras y otros médicos. La clasificación de estos fármacos suele hacerse en función del trastorno para el que habitualmente se prescriben. Por ejemplo, los antidepresivos se emplean para tratar la depresión.

  1. Otras clases de antidepresivos comprenden Los antiguos fármacos antipsicóticos Antipsicóticos La esquizofrenia es un trastorno mental caracterizado por la existencia de pérdida de contacto con la realidad (psicosis), alucinaciones (por lo general consistentes en oír voces), falsas creencias.
  2. Obtenga más información, por ejemplo clorpromazina, haloperidol y tiotixeno, son útiles en el tratamiento de trastornos psicóticos como la esquizofrenia y ciertos problemas de comportamiento.

Los nuevos fármacos antipsicóticos (comúnmente llamados antipsicóticos atípicos o antipsicóticos de segunda generación) se utilizan actualmente como tratamiento inicial. Entre los fármacos antipsicóticos más nuevos se encuentran aripiprazol, asenapina, brexpiprazol, cariprazina, iloperidona, lumateperona, lurasidona, olanzapina, paliperidona, quetiapina, risperidona y ziprasidona.

  1. En aquellas personas que no responden a otros antipsicóticos se utiliza cada vez más la clozapina.
  2. Los estabilizadores del estado de ánimo, como el litio Litio En el trastorno bipolar (antiguamente denominado enfermedad maníaco-depresiva), los episodios de depresión alternan con episodios de manía o con una forma menos grave de manía llamada hipomanía.

obtenga más información, la carbamazepina, el divalproex sódico, el ácido valproico y la lamotrigina se emplean para el tratamiento del trastorno bipolar. Además, se pueden utilizar varios fármacos antipsicóticos para tratar el trastorno bipolar. Estos fármacos son aripiprazol, asenapina, cariprazina, lurasidona, olanzapina, quetiapina, risperidona y ziprasidona.

  • Durante los últimos años se han logrado importantes avances en el campo de la psicoterapia, a la que se denomina en ocasiones «terapia de conversación».
  • Al crear un ambiente de empatía y aceptación, con frecuencia el terapeuta es capaz de ayudar al paciente a identificar la fuente de sus problemas y a considerar alternativas para afrontarlos.

La conciencia emocional y la capacidad de introspección que la persona obtiene a través de la psicoterapia a menudo origina cambios en sus actitudes y conductas que le permiten vivir de una manera más plena y satisfactoria. La psicoterapia es apropiada y eficaz para una amplia variedad de enfermedades.

Incluso personas que no padecen trastornos mentales pueden encontrar utilidad en el método psicoterapéutico para afrontar algunos problemas, como dificultades laborales, la pérdida de un ser querido o el padecimiento de una enfermedad crónica por algún miembro de la familia. De igual modo, la psicoterapia de grupo, la terapia de pareja y la terapia familiar están siendo ampliamente utilizadas.

La mayoría de los profesionales de la salud mental practican uno de los seis tipos de psicoterapia:

Terapia conductual Terapia cognitiva Terapia interpersonal Psicoanálisis Psicoterapia psicodinámica Psicoterapia de apoyo

La terapia conductual consiste en determinadas intervenciones que tienen por objetivo ayudar al sujeto a desaprender conductas no adaptativas (por ejemplo, dependencia e incapacidad para tolerar la frustración) mientras se aprenden conductas adaptativas (apertura a la experiencia y conciencia).

  1. La terapia de exposición Tratamiento, usada a menudo para tratar fobias, es un ejemplo de terapia conductual.
  2. En la terapia de exposición, se expone a la persona a objetos, actividades o situaciones temidos en un entorno seguro.
  3. El objetivo es reducir el miedo y ayudar a los afectados a dejar de evitar aquello que temen.

La terapia conductual está relacionada con la terapia cognitiva. En algunos casos se emplea una combinación de ambas, conocida como terapia cognitivo-conductual. La base teórica de la terapia conductual es la teoría del aprendizaje, según la cual las alteraciones de la conducta son consecuencia de un aprendizaje incorrecto.

  1. La terapia cognitiva ayuda a la persona a identificar posibles distorsiones en los pensamientos y a comprender cómo estas distorsiones generan problemas en su vida.
  2. Por ejemplo, la persona puede pensar de una manera tipo «todo o nada» («si no obtengo un éxito total, soy un completo fracasado»).
  3. La premisa de trabajo empleada establece que el modo de sentir y de comportarse de una persona está determinada por la forma en que interpreta sus experiencias previas.

A través de la identificación de sus creencias y suposiciones fundamentales, la persona es capaz de aprender otros modos de analizar sus experiencias, logrando una disminución en la intensidad de los síntomas y una mejoría en la conducta y en la percepción de sus sentimientos.

Duelo no resuelto Conflictos que surgen cuando el individuo tiene que desempeñar papeles que difieren de sus expectativas iniciales (como, por ejemplo, cuando una mujer establece una relación de pareja esperando ser madre y ama de casa y se encuentra con que además debe ser el sostén económico de la familia) Transiciones en roles sociales (como pasar de ser un trabajador activo a estar jubilado) Problemas para comunicarse con los demás

El terapeuta enseña al sujeto a mejorar aspectos de sus relaciones interpersonales, como por ejemplo a superar el aislamiento social y a responder a los demás de un modo diferente al habitual. El psicoanálisis es la forma más antigua de psicoterapia y fue desarrollado por Sigmund Freud en los primeros años del siglo XX.

  • Conforme al método clásico, con una frecuencia de 4 o 5 veces por semana, el sujeto, tendido en un diván en el consultorio del terapeuta, trata de verbalizar cuanto le pasa por la cabeza.
  • Esta práctica se denomina asociación libre.
  • Gran parte del método se centra en ayudar a la persona a comprender cómo los patrones pasados de las relaciones se repiten en el presente.

La relación entre el sujeto y el terapeuta es una parte clave de este enfoque. Entender cómo el pasado afecta al presente ayuda a desarrollar formas nuevas y más adaptadas de funcionamiento en las relaciones personales y en el entorno laboral. La psicoterapia psicodinámica, de modo similar al psicoanálisis, se centra en la identificación de patrones inconscientes en los pensamientos, los sentimientos y las pautas de conducta del sujeto.

  1. En esta modalidad terapéutica, sin embargo, la frecuencia de las sesiones varía de 1 a 3 veces por semana, permaneciendo el sujeto generalmente sentado y no tendido en un diván.
  2. Además, se le da un menor énfasis a la relación entre el sujeto y el terapeuta.
  3. La psicoterapia de apoyo, la más frecuentemente utilizada, se basa en el establecimiento de una relación empática y de apoyo entre el sujeto y el terapeuta.
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Este tipo de relación estimula la expresión de sentimientos por parte del sujeto de manera que el terapeuta puede proporcionarle ayuda para la resolución de sus problemas. La psicoterapia centrada en el problema, una forma de terapia de apoyo, puede ser realizada de manera eficaz por los médicos de atención primaria.

En la terapia electroconvulsiva, se aplican una serie de descargas eléctricas en el cerebro mediante unos electrodos situados en la cabeza de la persona estando ésta bajo anestesia, que inducen convulsiones de carácter leve. Esta terapia ha demostrado ser claramente el tratamiento más eficaz para la depresión grave.

Muchas personas tratadas mediante terapia electroconvulsiva experimentan una pérdida transitoria de la memoria. Sin embargo, la terapia electroconvulsiva, pese a las opiniones vertidas por algunos medios de comunicación, es segura y raramente origina otras complicaciones.

¿Qué es la enfermedad de la depresión?

Page 8 – La depresión es una enfermedad común pero grave que interfiere con la vida diaria, con la capacidad para trabajar, dormir, estudiar, comer y disfrutar de la vida. La depresión es causada por una combinación de factores genéticos, biológicos, ambientales y psicológicos.

  1. Algunas investigaciones indican que el riesgo genético para la depresión es el resultado de la influencia de varios genes que actúan junto con factores ambientales y otros factores de riesgo.
  2. Algunos tipos de depresión tienden a darse en familias.
  3. Sin embargo, la depresión también puede ocurrir en personas sin antecedentes familiares de depresión.

No todas las personas con enfermedades depresivas experimentan los mismos síntomas. La gravedad, frecuencia y duración de los síntomas varían dependiendo de la persona y su enfermedad en particular.

La depresión es una enfermedad que se caracteriza por una tristeza persistente y por la pérdida de interés en las actividades con las que normalmente se disfruta, así como por la incapacidad para llevar a cabo las actividades cotidianas, durante al menos dos semanas. Las personas con depresión suelen presentar varios de los siguientes síntomas: pérdida de energía; cambios en el apetito; necesidad de dormir más o menos de lo normal; ansiedad; disminución de la concentración; indecisión; inquietud; sentimiento de inutilidad, culpabilidad o desesperanza; y pensamientos de autolesión o suicidio. La depresión no es un signo de debilidad. Se puede tratar con terapia o intervención psicológica, con medicación antidepresiva o con una combinación de ambos métodos. Las personas expuestas a violencia frecuentemente experimentan una variedad de reacciones que incluye: ansiedad, estrés, frustración, temor, irritabilidad, enojo, dificultad de concentrarse, pérdida del apetito y pesadillas.

La depresión es una condición comórbida frecuente que complica la búsqueda de ayuda y la adherencia al tratamiento y afecta el pronóstico. Existe evidencia de que la depresión predispone al ataque cardíaco y la diabetes, lo que a su vez aumenta la probabilidad de padecer depresión.

  1. Muchos factores de riesgo, como el bajo nivel socioeconómico, el consumo de alcohol y el estrés son comunes a los trastornos mentales y a otras enfermedades no transmisibles.
  2. El Programa de Salud Mental (SM) promueve, coordina e implementa actividades de cooperación técnica dirigidas a fortalecer las capacidades nacionales para desarrollar politicas, planes, programas y servicios, contribuyendo a promover la salud mental, reducir la carga que significan las enfermedades psíquicas, prevenir las discapacidades y desarrollar la rehabilitación.

La Organización Panamericana de la Salud (OPS) y sus Estados Miembros adoptaron el Plan de Acción sobre Salud Mental para orientar las intervenciones de salud mental en las Américas de 2015 a 2020. Los trastornos mentales y de abuso de sustancias son muy frecuentes, contribuyen de manera importante a la morbilidad, la discapacidad, las lesiones y la mortalidad prematura, y aumentan el riesgo de otras afecciones médicas.

¿Cómo se desarrolla un trastorno de personalidad?

Causas – La personalidad es la combinación de pensamientos, emociones y conductas que nos hacen únicos. Es el modo en el que ves, comprendes y te relacionas con el mundo exterior, así como el modo en el que te ves a ti mismo. La personalidad se forma durante la infancia y en ella incide la interacción de lo siguiente:

Los genes. Es posible que determinados rasgos de la personalidad se transmitan de padres a hijos mediante los genes heredados. A veces, estos rasgos se llaman tu temperamento. El entorno. Esto incluye los alrededores en los que creces, los eventos que tuvieron lugar y las relaciones con familiares y otras personas.

Se piensa que los trastornos de la personalidad son provocados por una combinación de estas influencias genéticas y del entorno. Es posible que los genes te hagan vulnerable a desarrollar un trastorno de la personalidad, y una situación de la vida puede desencadenar el desarrollo.

¿Qué es para mí la salud mental?

¿Qué es la salud mental? Es el estado de equilibrio que debe existir entre las personas y el entorno socio-cultural que los rodea, incluye el bienestar emocional, psíquico y social e influye en cómo piensa, siente, actúa y reacciona una persona ante momentos de estrés.

¿Cuáles son los primeros síntomas de la esquizofrenia?

Síntomas – La esquizofrenia implica una serie de problemas de pensamiento (cognición), comportamiento y emociones. Los signos y síntomas pueden variar, pero generalmente implican fantasías, alucinaciones o habla desorganizada, y reflejan una capacidad deficiente de vivir normalmente. Entre los síntomas se pueden incluir los siguientes:

Fantasías. Son creencias falsas que no tienen base en la realidad. Por ejemplo, crees que estás siendo perjudicado o acosado; ciertos gestos o comentarios se dirigen a ti; tienes una habilidad o fama excepcionales; otra persona está enamorada de ti; o está a punto de ocurrir una catástrofe importante. Las fantasías se producen en la mayoría de las personas que tienen esquizofrenia. Alucinaciones. Por lo general implican ver o escuchar cosas que no existen. Sin embargo, para la persona con esquizofrenia, tienen toda la fuerza y la repercursión de una experiencia normal. Las alucinaciones pueden implicar cualquiera de los sentidos, pero escuchar voces es la alucinación más común. Pensamiento desorganizado (discurso). El pensamiento desorganizado se infiere a partir del habla desorganizada. La comunicación eficaz se puede ver afectada y las respuestas a preguntas pueden no relacionarse con estas de manera parcial o completa. En raras ocasiones, el habla puede incluir el agrupamiento de palabras sin sentido que no se puedan entender, lo cual suele conocerse como ensalada de palabras. Comportamiento motor extremadamente desorganizado o anormal. Esto puede mostrarse de varias maneras, desde la tontería infantil hasta la agitación impredecible. El comportamiento no está enfocado en un objetivo, así que es difícil hacer las tareas. El comportamiento puede incluir resistencia a seguir instrucciones, postura inadecuada o extraña, una completa falta de respuesta o movimiento inútil o excesivo. Síntomas negativos. Esto se refiere a la capacidad limitada para vivir de manera normal, o a la falta de ella. Por ejemplo, la persona puede descuidar su higiene personal o parecer que carece de emociones (no hace contacto visual, no cambia las expresiones faciales o habla en un tono monótono). Además, la persona puede perder interés en las actividades cotidianas, retraerse socialmente o carecer de la capacidad de experimentar placer.

Con el paso del tiempo, los síntomas pueden variar con respecto al tipo y la gravedad, con periodos de empeoramiento y remisión de los síntomas. Algunos síntomas pueden estar siempre presentes. En los hombres, los síntomas de la esquizofrenia suelen comenzar entre principios y mediados de los 20 años.

¿Cuándo se debe internar una persona con trastorno mental?

¿Una persona con padecimiento mental puede ser internada contra su voluntad? – No. La internación contra la voluntad de la persona sólo se puede hacer cuando el equipo de salud determina que hay una situación de riesgo cierto e cercano para él o para terceros.

¿Cómo saber si necesito ir a un hospital psiquiatrico?

Servicios de Atención Psiquiátrica La hospitalización psiquiátrica está destinada a la atención de personas con trastornos mentales y del comportamiento que requieren observación estrecha por el riesgo de lastimarse a sí mismos y/o a los demás. La hospitalización es por estancia corta.

¿Cómo se le dice a una persona que tiene problemas mentales?

PRESENCIA revista de enfermera de salud mental ISSN: 1885-0219

EDITORIAL
¿Cómo se nombra a quien padece un trastorno mental? Germán Pacheco Borrella Doctor en Enfermería por la Universidad de Alicante, Enfermero especialista en salud mental, Licenciado en Antropología Social y Cultural por la Universidad de Sevilla, Director de Presencia Revista de Enfermería de Salud Mental Presencia 2011 ene-jun; 7(13)
Cómo citar este documento
Pacheco Borrella, Germán. ¿Cómo se nombra a quien padece un trastorno mental?. Rev Presencia 2011 ene-jun, 7(13). Disponible en Consultado el

La salud, el bienestar y la calidad de vida son valores deseados, aun cuando el individuo no haga cuanto puede y debe por ostentarlos plenamente. Y se anhelan tanto que, cuando se pierden, emergen reacciones de pérdida que provocan un malestar subjetivo importante.

  • Entonces, el individuo precisa de atención y cuidados.
  • En estas circunstancias, se nombra al actor social como enfermo, paciente, usuario y, en el peor de los casos, cliente.
  • La palabra «paciente» proviene del latín «patiens» (el que soporta, padece o sufre), es una voz polisémica y, por tanto, tiene varias acepciones, según el diccionario de la RAE.1 Dos de éstas son: «4.

com. Persona que padece física y corporalmente; el doliente, el enfermo; en propiedad, aquel que se halla baja atención médica.5. Por ext., quien es o va a ser reconocido médicamente». La voz paciente es más intensa que la de «enfermo», toda vez que quien tiene una enfermedad no siempre padece -ejemplos: síndrome metabólico, hipertensión- y, más aun, no siempre sufre.

  • Hoy día, tras los avances científico-técnicos, ha cambiado profundamente la situación del paciente, en tanto que se puede reducir considerablemente su sufrimiento.
  • Así, por ejemplo, se le está ganando la batalla al dolor.
  • Incluso, en situaciones de enfermedad terminal, se considera que suprimir -y en el peor de los casos, aliviar- el sufrimiento es el objetivo principal de las terapias y de los cuidados paliativos.

Por tanto, el paciente está más vinculado y depende más del profesional sanitario que el enfermo. Sin embargo, debido a la eficacia de la Medicina y de la Enfermería, estamos dejando de ser pacientes, en tanto que se nos reducen los dolores, los padecimientos y malestar subjetivo.

  1. Por otra parte, si consideramos las medidas de promoción de la salud y prevención de patologías, las voces «paciente» y «enfermo» dejan de tener sentido y dan paso a la voz «usuario».
  2. De manera que, actualmente, los actores sociales del sistema sanitario público (SSP) son los usuarios, los pacientes y los profesionales sanitarios.

Así queda establecido en la Ley 41/2002, 2 de 14 de noviembre, básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica, que en su Artículo 3, establece, entre otras, las siguientes definiciones legales: «Paciente: la persona que requiere asistencia sanitaria y está sometida a cuidados profesionales para el mantenimiento o recuperación de su salud.

Usuario: la persona que utiliza los servicios sanitarios de educación y promoción de la salud, de prevención de enfermedades y de información sanitaria». Ciertamente, las voces enfermo y paciente se utilizan indistintamente por unos y por otros: profesionales sanitarios y población en general. Sin embargo, los atributos que socialmente se le otorgan a estas voces no son algo superfluo o carente de significado; por el contrario, son muy importantes.

Por esta misma razón, es deseable que los autores de documentos científicos determinen en lo posible a qué actor social se están refiriendo al nombrar «enfermo mental» y a qué otro al nombrar paciente mental. Sigo sosteniendo aquí que, como quiera que no existen «enfermedades mentales», tampoco se hallan «enfermos mentales».

Por esta razón, muy probablemente, en la exhaustiva revisión bibliográfica que he realizado recientemente, 3 no aparecen nociones que delimiten esta voz atribuida como categoría a un actor social concreto. Prácticamente, en ninguno de los manuscritos consultados se aportan elementos definitorios de la categoría «enfermo mental» ; no obstante, se nombran distintas categorías para referirse al mismo, haciéndose sinónimas unas de otras.

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En uno de ellos, 4 se llega a nombrar seis categorías: «pacientes mentales, enfermos mentales, enfermos psiquiátricos, enfermos crónicos psiquiátricos, pacientes mentales crónicos y pacientes psiquiátricos», y sin que nos expliquen los autores qué entienden por cada una de estas categorías.

Sostiene Huertas 5 que fue Esquirol quien marcara más explícitamente el carácter patológico de la locura y ensanchara el camino hacia el somaticismo y sustituyera el término «alienación» por el de «enfermedad». Sin embargo, este criterio biologicista no sólo se dio en la sociedad europea, ya que según Totsuka, 6 en la sociedad japonesa, durante muchos años se ha estimado que la «enfermedad mental» era genética, incurable, imposible de comprender y peligrosa; con lo que se la dotó con parecidos epítetos a los aplicados en occidente durante siglos.

Y añade este autor que a los «enfermos mentales» se les consideraba una humillación para la familia y que por lo general «los japoneses no querían hablar de ellos, ni verlos, ni oírlos, ni casarse con ellos, ni emplearlos», Las familias japonesas escondían a estos parientes «enfermos» en una celda en casa o en un manicomio.

  • Incluso los médicos y familiares más concienzudos pensaban que los «enfermos mentales» estarían más felices en manicomios remotos en vez de cerca de la comunidad.
  • Por consiguiente, aquí también se pone de manifiesto la defensa fóbica que ponen en marcha los grupos sociales, de la que nos hablan Hernández y Herrera, 7 para protegerse; con lo cual la preocupación por la seguridad impera sobre los derechos de las personas con trastornos mentales.

Desde el punto de vista antropológico, es la cultura la que da significado a los hechos y acontecimientos que se dan entre los individuos pertenecientes a un grupo social; y la percepción del enfermar no escapa a esta aseveración. Por ejemplo, Fericgla 8 sostiene que, en nuestra cultura, el enamoramiento se considera un estado satisfactorio, placentero, deseable y por lo tanto terapéutico; pero en algunas sociedades de la Alta Amazonia es considerado todo lo contrario: una enfermedad; cuando alguien se siente enamorado, dicen, es porque otra persona le ha robado algo de su espíritu y esto hace que la víctima pase el día anhelando al otro, baje su eficacia en la cacería, etc., y, por consiguiente, hay que sanar a la persona.

Tradicionalmente -desde el siglo XVI, cuando menos-, se ha venido equiparando al «enfermo mental» con el loco. Los principales autores que han realizado las grandes aportaciones a la psicopatología -segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX-, se centraron originariamente en el estudio para la comprensión y descripción de la locura.

De hecho, el término esquizofrenia fue utilizado por primera vez, en 1908, por Eugen Bleuler. Pero será a partir de las aportaciones de Freud -quien elaboró la doctrina psicoanalítica- cuando se desplace el centro de interés de la locura a otros trastornos como las neurosis, y con ello una comprensión más completa del fenómeno psíquico y la apertura de un nuevo enfoque terapéutico.

  1. Por consiguiente, en nuestros días, es un error reducir la atribución de «enfermo mental» sólo al ámbito de las psicosis -esquizofrenias y otras-, cuando este término engloba la amplia gama de patologías psiquiátricas.
  2. Sin embargo, la noción de «enfermo mental» se sigue asociando a una amalgama de categorías; así por ejemplo, Skoubo Nielsen 9 nombra «enfermo mental, enfermos psíquicos, pacientes crónicos, usuarios con trastornos psíquicos graves, usuarios cuyos problemas son de tipo existencial», sin que el lector de su artículo sepa a qué se está refiriendo al nombrar cada una de estas categorías.

Iraurrgi y col.10 mencionan, en su trabajo sobre los grupos de ayuda mutua, dos categorías que tampoco definen: «enfermo mental y enfermo psíquico». Lerma y col.11 tratan de contribuir a la mejora de la comunicación con el denominado «enfermo mental».

Probablemente, la comunicación no puede ser eficaz cuando no hay claridad respecto a con quién se comunica el individuo: «enfermo mental, pacientes psiquiátricos, pacientes con trastornos mentales y emocionales, pacientes de salud mental, pacientes crónicos psíquicos, pacientes con problemas de salud mental o pacientes de larga estancia».

Mayoral y Blanco, 12 abordando el tema de la cronicidad nos aportan tantas categorías como las siguientes: «crónicos, enfermos, pacientes, pacientes psiquiátricos crónicos, jóvenes pacientes crónicos, pacientes de puertas giratoria, nuevos pacientes de larga estancia, nuevos crónicos, nueva generación de pacientes crónicos, antiguos pacientes crónicos».

Es más que probable, que una revisión bibliográfica distinta a la realizada 3 y más actualizada arroje resultados similares. No obstante, el hecho de que se nombren -en las distintas publicaciones referenciadas- tantas categorías como las que anteceden, lejos de clarificar la noción de «enfermo mental», pone de manifiesto una falta de rigor científico -y tal vez, metodológico- y, en el peor de los casos, pueden contribuir a un mayor confucionismo.

Luego, se pone de manifiesto que lo que está claro para el autor, sólo lo está para él. Por otra parte, cuando en los recientes discursos enfermeros se han abrazado -de forma poco crítica- las aportaciones anglosajonas (taxonomías y diagnósticos), casi sin pensarlo se están asumiendo nociones y voces como la de «cliente», propias de un sistema liberal de salud, en donde quien tiene poder adquisitivo accede a los servicios sanitarios y quienes no, en el mejor de los casos, están en manos de la beneficencia.

  • Por tanto, no es baladí el cómo nombramos al ser humano que sufre un trastorno mental.
  • El paciente mental, en nuestro país, ha estado mucho tiempo en manos de la «beneficencia», recluido y aislado en el manicomio.
  • Tras los procesos de reforma psiquiátrica de la década de los años 1980, la atención a la salud mental se integró en el SSP y se reconoció al paciente mental con los mimos derechos que cualquier otro paciente.

Hoy, en España, quienes padecen trastornos mentales reciben una asistencia de calidad, envidiable en muchos países occidentales. Como ya sostuve en un foro enfermero, en 2003 (debate por correo electrónico en listas de enfermería), entonces y ahora, se sigue confundiendo perversamente «la privatización de la gestión» de un servicio público -como el sanitario- con la utilización dentro del mismo de nuevos instrumentos de «gestión empresarial», para hacerlos más eficientes y eficaces.

En el primer caso, se pone «en el mercado» una parte de la provisión sanitaria manteniendo la financiación pública, no buscando, por tanto, una mejora del servicio sino el desentenderse de la gestión directa del mismo y un posible ahorro (más que dudoso). En el segundo, se busca mejorar la calidad del servicio sanitario mediante nuevos instrumentos de gestión tomados de las empresas privadas más avanzadas del sector servicios.

Cuando todo este se confunde y, según parece, se pretende la privatización de los servicios sanitarios, además de privar de derechos a los ciudadanos y ciudadanas, se les convierte en «clientes». Entonces, las controversias acerca de si «paciente», «enfermo» o «usuario», dejan de tener sentido; y en tal caso, prevalece que quien pague el servicio podrá obtener mejorías en su estado de salud, o en su calidad de vida.

Entonces, será efectivo aquello de que «tanto tienes, tanto vales»; y si uno no tiene (dinero) para pagar su atención sanitaria, es muy probable que abandone prontamente el mundo de los vivos. Con los vientos privatizadores del SSP que soplan, dado que la inmensa mayoría de pacientes mentales carecen de recursos para ser «clientes», ¿qué futuro les espera? Parece posible, entonces, aseverar que las enfermeras de salud mental no podemos mirar hacia otro lado.

Desde Presencia abogamos por el mantenimiento y desarrollo del Sistema Nacional de Salud español. Bibliografía 1. Real Academia Española (RAE). Diccionario de la lengua española. Tomo I. Vigésima Primera Edición. Madrid: Espasa Calpe, 1994.2. Boletín Oficial del Estado.

  • Ley 41/2002, de 14 de noviembre, básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica.
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  • Pacheco Borrella, Germán.
  • La construcción social enfermo mental.
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  • Rev Maristán, 1992; I(3): 50-58.8.
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(2000) Cultura y atención a domicilio en el futuro. Rev Rol Enf, 2000; 23(7-8): 551-558.9. Skoubo Nielsen, B. La reforma psiquiátrica en Dinamarca. Rev Asoc Esp Neuropsiq, 1992; 43: 295-299.10. Iraurrgi, I. Basabe, N. Igartua, J. Páez, D. Celorio, MJ. Grupos de autoayuda y enfermedad mental. error on connection

¿Cuál es la diferencia entre una enfermedad mental y un trastorno mental?

¿Qué diferencia un trastorno psiquiátrico de uno psicológico? Que Es Una Enfermedad Mental La principal diferencia entre un trastorno psicológico y uno psiquiátrico, radica en que en psicología se habla de trastornos mentales, mientras en psiquiatría se habla de enfermedades mentales. Los trastornos mentales son un conjunto de síntomas distintivos que provocan un malestar o riesgo clínicamente significativos para la salud de una persona, y las enfermedades mentales son procesos patológicos en los que hay una causa orgánica.

  1. Los trastornos no son enfermedades, ya que las enfermedades son entidades naturales, mientras los trastornos son entidades interactivas, sujetas a modificación mediante experiencia o conocimientos.
  2. En pocas palabras, el trastorno no es algo fijo como una enfermedad, sino que es susceptible a cambios.

Los problemas de salud mental abarcan una amplia gama de trastornos psicológicos y se manifiestan a través de síntomas diversos, sin embargo, todos ellos tienen puntos en común que permiten determinar la existencia de una dificultad. La mayoría de los trastornos mentales siguen un curso crónico, que puede agravarse con el paso del tiempo si no se busca ayuda, y terminar generando cambios en la bioquímica cerebral que consolida los patrones de pensamiento, emociones y comportamiento, llegando a desencadenar en enfermedades mentales diagnosticables.

¿Cómo se le dice a una persona que tiene problemas mentales?

PRESENCIA revista de enfermera de salud mental ISSN: 1885-0219

EDITORIAL
¿Cómo se nombra a quien padece un trastorno mental? Germán Pacheco Borrella Doctor en Enfermería por la Universidad de Alicante, Enfermero especialista en salud mental, Licenciado en Antropología Social y Cultural por la Universidad de Sevilla, Director de Presencia Revista de Enfermería de Salud Mental Presencia 2011 ene-jun; 7(13)
Cómo citar este documento
Pacheco Borrella, Germán. ¿Cómo se nombra a quien padece un trastorno mental?. Rev Presencia 2011 ene-jun, 7(13). Disponible en Consultado el

La salud, el bienestar y la calidad de vida son valores deseados, aun cuando el individuo no haga cuanto puede y debe por ostentarlos plenamente. Y se anhelan tanto que, cuando se pierden, emergen reacciones de pérdida que provocan un malestar subjetivo importante.

Entonces, el individuo precisa de atención y cuidados. En estas circunstancias, se nombra al actor social como enfermo, paciente, usuario y, en el peor de los casos, cliente. La palabra «paciente» proviene del latín «patiens» (el que soporta, padece o sufre), es una voz polisémica y, por tanto, tiene varias acepciones, según el diccionario de la RAE.1 Dos de éstas son: «4.

com. Persona que padece física y corporalmente; el doliente, el enfermo; en propiedad, aquel que se halla baja atención médica.5. Por ext., quien es o va a ser reconocido médicamente». La voz paciente es más intensa que la de «enfermo», toda vez que quien tiene una enfermedad no siempre padece -ejemplos: síndrome metabólico, hipertensión- y, más aun, no siempre sufre.

Hoy día, tras los avances científico-técnicos, ha cambiado profundamente la situación del paciente, en tanto que se puede reducir considerablemente su sufrimiento. Así, por ejemplo, se le está ganando la batalla al dolor. Incluso, en situaciones de enfermedad terminal, se considera que suprimir -y en el peor de los casos, aliviar- el sufrimiento es el objetivo principal de las terapias y de los cuidados paliativos.

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Por tanto, el paciente está más vinculado y depende más del profesional sanitario que el enfermo. Sin embargo, debido a la eficacia de la Medicina y de la Enfermería, estamos dejando de ser pacientes, en tanto que se nos reducen los dolores, los padecimientos y malestar subjetivo.

Por otra parte, si consideramos las medidas de promoción de la salud y prevención de patologías, las voces «paciente» y «enfermo» dejan de tener sentido y dan paso a la voz «usuario». De manera que, actualmente, los actores sociales del sistema sanitario público (SSP) son los usuarios, los pacientes y los profesionales sanitarios.

Así queda establecido en la Ley 41/2002, 2 de 14 de noviembre, básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica, que en su Artículo 3, establece, entre otras, las siguientes definiciones legales: «Paciente: la persona que requiere asistencia sanitaria y está sometida a cuidados profesionales para el mantenimiento o recuperación de su salud.

  1. Usuario: la persona que utiliza los servicios sanitarios de educación y promoción de la salud, de prevención de enfermedades y de información sanitaria».
  2. Ciertamente, las voces enfermo y paciente se utilizan indistintamente por unos y por otros: profesionales sanitarios y población en general.
  3. Sin embargo, los atributos que socialmente se le otorgan a estas voces no son algo superfluo o carente de significado; por el contrario, son muy importantes.

Por esta misma razón, es deseable que los autores de documentos científicos determinen en lo posible a qué actor social se están refiriendo al nombrar «enfermo mental» y a qué otro al nombrar paciente mental. Sigo sosteniendo aquí que, como quiera que no existen «enfermedades mentales», tampoco se hallan «enfermos mentales».

  1. Por esta razón, muy probablemente, en la exhaustiva revisión bibliográfica que he realizado recientemente, 3 no aparecen nociones que delimiten esta voz atribuida como categoría a un actor social concreto.
  2. Prácticamente, en ninguno de los manuscritos consultados se aportan elementos definitorios de la categoría «enfermo mental» ; no obstante, se nombran distintas categorías para referirse al mismo, haciéndose sinónimas unas de otras.

En uno de ellos, 4 se llega a nombrar seis categorías: «pacientes mentales, enfermos mentales, enfermos psiquiátricos, enfermos crónicos psiquiátricos, pacientes mentales crónicos y pacientes psiquiátricos», y sin que nos expliquen los autores qué entienden por cada una de estas categorías.

Sostiene Huertas 5 que fue Esquirol quien marcara más explícitamente el carácter patológico de la locura y ensanchara el camino hacia el somaticismo y sustituyera el término «alienación» por el de «enfermedad». Sin embargo, este criterio biologicista no sólo se dio en la sociedad europea, ya que según Totsuka, 6 en la sociedad japonesa, durante muchos años se ha estimado que la «enfermedad mental» era genética, incurable, imposible de comprender y peligrosa; con lo que se la dotó con parecidos epítetos a los aplicados en occidente durante siglos.

Y añade este autor que a los «enfermos mentales» se les consideraba una humillación para la familia y que por lo general «los japoneses no querían hablar de ellos, ni verlos, ni oírlos, ni casarse con ellos, ni emplearlos», Las familias japonesas escondían a estos parientes «enfermos» en una celda en casa o en un manicomio.

Incluso los médicos y familiares más concienzudos pensaban que los «enfermos mentales» estarían más felices en manicomios remotos en vez de cerca de la comunidad. Por consiguiente, aquí también se pone de manifiesto la defensa fóbica que ponen en marcha los grupos sociales, de la que nos hablan Hernández y Herrera, 7 para protegerse; con lo cual la preocupación por la seguridad impera sobre los derechos de las personas con trastornos mentales.

Desde el punto de vista antropológico, es la cultura la que da significado a los hechos y acontecimientos que se dan entre los individuos pertenecientes a un grupo social; y la percepción del enfermar no escapa a esta aseveración. Por ejemplo, Fericgla 8 sostiene que, en nuestra cultura, el enamoramiento se considera un estado satisfactorio, placentero, deseable y por lo tanto terapéutico; pero en algunas sociedades de la Alta Amazonia es considerado todo lo contrario: una enfermedad; cuando alguien se siente enamorado, dicen, es porque otra persona le ha robado algo de su espíritu y esto hace que la víctima pase el día anhelando al otro, baje su eficacia en la cacería, etc., y, por consiguiente, hay que sanar a la persona.

Tradicionalmente -desde el siglo XVI, cuando menos-, se ha venido equiparando al «enfermo mental» con el loco. Los principales autores que han realizado las grandes aportaciones a la psicopatología -segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX-, se centraron originariamente en el estudio para la comprensión y descripción de la locura.

De hecho, el término esquizofrenia fue utilizado por primera vez, en 1908, por Eugen Bleuler. Pero será a partir de las aportaciones de Freud -quien elaboró la doctrina psicoanalítica- cuando se desplace el centro de interés de la locura a otros trastornos como las neurosis, y con ello una comprensión más completa del fenómeno psíquico y la apertura de un nuevo enfoque terapéutico.

Por consiguiente, en nuestros días, es un error reducir la atribución de «enfermo mental» sólo al ámbito de las psicosis -esquizofrenias y otras-, cuando este término engloba la amplia gama de patologías psiquiátricas. Sin embargo, la noción de «enfermo mental» se sigue asociando a una amalgama de categorías; así por ejemplo, Skoubo Nielsen 9 nombra «enfermo mental, enfermos psíquicos, pacientes crónicos, usuarios con trastornos psíquicos graves, usuarios cuyos problemas son de tipo existencial», sin que el lector de su artículo sepa a qué se está refiriendo al nombrar cada una de estas categorías.

Iraurrgi y col.10 mencionan, en su trabajo sobre los grupos de ayuda mutua, dos categorías que tampoco definen: «enfermo mental y enfermo psíquico». Lerma y col.11 tratan de contribuir a la mejora de la comunicación con el denominado «enfermo mental».

Probablemente, la comunicación no puede ser eficaz cuando no hay claridad respecto a con quién se comunica el individuo: «enfermo mental, pacientes psiquiátricos, pacientes con trastornos mentales y emocionales, pacientes de salud mental, pacientes crónicos psíquicos, pacientes con problemas de salud mental o pacientes de larga estancia».

Mayoral y Blanco, 12 abordando el tema de la cronicidad nos aportan tantas categorías como las siguientes: «crónicos, enfermos, pacientes, pacientes psiquiátricos crónicos, jóvenes pacientes crónicos, pacientes de puertas giratoria, nuevos pacientes de larga estancia, nuevos crónicos, nueva generación de pacientes crónicos, antiguos pacientes crónicos».

Es más que probable, que una revisión bibliográfica distinta a la realizada 3 y más actualizada arroje resultados similares. No obstante, el hecho de que se nombren -en las distintas publicaciones referenciadas- tantas categorías como las que anteceden, lejos de clarificar la noción de «enfermo mental», pone de manifiesto una falta de rigor científico -y tal vez, metodológico- y, en el peor de los casos, pueden contribuir a un mayor confucionismo.

Luego, se pone de manifiesto que lo que está claro para el autor, sólo lo está para él. Por otra parte, cuando en los recientes discursos enfermeros se han abrazado -de forma poco crítica- las aportaciones anglosajonas (taxonomías y diagnósticos), casi sin pensarlo se están asumiendo nociones y voces como la de «cliente», propias de un sistema liberal de salud, en donde quien tiene poder adquisitivo accede a los servicios sanitarios y quienes no, en el mejor de los casos, están en manos de la beneficencia.

Por tanto, no es baladí el cómo nombramos al ser humano que sufre un trastorno mental. El paciente mental, en nuestro país, ha estado mucho tiempo en manos de la «beneficencia», recluido y aislado en el manicomio. Tras los procesos de reforma psiquiátrica de la década de los años 1980, la atención a la salud mental se integró en el SSP y se reconoció al paciente mental con los mimos derechos que cualquier otro paciente.

Hoy, en España, quienes padecen trastornos mentales reciben una asistencia de calidad, envidiable en muchos países occidentales. Como ya sostuve en un foro enfermero, en 2003 (debate por correo electrónico en listas de enfermería), entonces y ahora, se sigue confundiendo perversamente «la privatización de la gestión» de un servicio público -como el sanitario- con la utilización dentro del mismo de nuevos instrumentos de «gestión empresarial», para hacerlos más eficientes y eficaces.

En el primer caso, se pone «en el mercado» una parte de la provisión sanitaria manteniendo la financiación pública, no buscando, por tanto, una mejora del servicio sino el desentenderse de la gestión directa del mismo y un posible ahorro (más que dudoso). En el segundo, se busca mejorar la calidad del servicio sanitario mediante nuevos instrumentos de gestión tomados de las empresas privadas más avanzadas del sector servicios.

Cuando todo este se confunde y, según parece, se pretende la privatización de los servicios sanitarios, además de privar de derechos a los ciudadanos y ciudadanas, se les convierte en «clientes». Entonces, las controversias acerca de si «paciente», «enfermo» o «usuario», dejan de tener sentido; y en tal caso, prevalece que quien pague el servicio podrá obtener mejorías en su estado de salud, o en su calidad de vida.

  • Entonces, será efectivo aquello de que «tanto tienes, tanto vales»; y si uno no tiene (dinero) para pagar su atención sanitaria, es muy probable que abandone prontamente el mundo de los vivos.
  • Con los vientos privatizadores del SSP que soplan, dado que la inmensa mayoría de pacientes mentales carecen de recursos para ser «clientes», ¿qué futuro les espera? Parece posible, entonces, aseverar que las enfermeras de salud mental no podemos mirar hacia otro lado.

Desde Presencia abogamos por el mantenimiento y desarrollo del Sistema Nacional de Salud español. Bibliografía 1. Real Academia Española (RAE). Diccionario de la lengua española. Tomo I. Vigésima Primera Edición. Madrid: Espasa Calpe, 1994.2. Boletín Oficial del Estado.

  1. Ley 41/2002, de 14 de noviembre, básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica.
  2. Madrid: BOE, 15 de noviembre de 2002; 274: 40126-40132.3.
  3. Pacheco Borrella, Germán.
  4. La construcción social enfermo mental.
  5. Alicante: Universidad de Alicante, 2010.

,4. Guimón, J. Sota, E. Bulbena, A. Ignacio Zuazo, J. Pérez Simó, R. Métodos de evaluación de la política de desinstitucionalización. Rev Asoc Esp Neuropsiq, 1989; 31: 533-548.5. Huertas, R. Medicina mental y revolución burguesa: sobre los orígenes de la asistencia psiquiátrica.

Rev Asoc Esp Neuropsiq, 1990; X(34): 389-399.6. Totsuka, E. La historia de la psiquiatría japonesa y los derechos de los enfermos mentales. Rev Asoc Esp Neuropsiq, 1991; XI(39): 275-281.7. Hernández, V. Herrera, R. El itinerario del psicótico en el circuito asistencial. Rev Maristán, 1992; I(3): 50-58.8. Fericgla, J.M.

(2000) Cultura y atención a domicilio en el futuro. Rev Rol Enf, 2000; 23(7-8): 551-558.9. Skoubo Nielsen, B. La reforma psiquiátrica en Dinamarca. Rev Asoc Esp Neuropsiq, 1992; 43: 295-299.10. Iraurrgi, I. Basabe, N. Igartua, J. Páez, D. Celorio, MJ. Grupos de autoayuda y enfermedad mental. error on connection

¿Cuántos son los trastornos mentales?

La salud mental puede tener diversas alteraciones que interfieren en su equilibrio. Muchas personas pueden experimentar problemas de salud mental de forma ocasional a lo largo de sus vidas. No obstante, se considera que dichas situaciones pueden desembocar en un trastorno mental cuando los síntomas y signos se intensifican y permanecen en el tiempo, causando un malestar clínicamente significativo que interfiere con la vida diaria de quien los experimenta y su capacidad para desenvolverse con funcionalidad.

  1. Dichas manifestaciones, entendidas como trastornos mentales, pueden ser de naturaleza temporal o duradera, en función de la cronicidad.
  2. Los trastornos mentales tienen impacto en la percepción, los procesos afectivos y cognitivos, el estado de ánimo, la conducta y la capacidad para crear y mantener relaciones de quienes los padecen.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) existen 400 tipos de trastornos mentales. Si bien cada trastorno tiene características propias que los diferencian entre sí, en muchos casos pueden presentar factores comunes, tales como la etiología o los síntomas, que hacen que puedan ser agrupados en categorías específicas.